Procedimientos para la toma de medida del pie
Para comprender mejor el calce del zapato debemos primero estudiar la estructura del pie y su ergonomía.
Anatomía del pie
Para lograr una mejor compresión del montado de calzado, es preciso definir la parte del cuerpo que se va a cubrir, en este caso el pie, que constituye el objeto de nuestra actividad.
El pie es una de las zonas más sensibles de nuestro cuerpo. Cuando no se le proporciona un medio adecuado para sus movimientos, además de los males físicos locales que se pueden acarrear, tales como ampollas, deformaciones, callosidades, etc., se provocan alteraciones nerviosas generalizadas. Asimismo en el pie existe gran número de glándulas sudoríparas, que controlan la temperatura con abundante transpiración, por lo que el calzado debe hacerse con materiales absorbentes y permeables al vapor de agua, y construirse de modo que se permita la ventilación del pie.
No sólo el modelista, también el hormero, el fabricante de calzado y el de materia prima intervienen para que se den al calzado características de protección, confort y belleza.
Tipos de Huesos
Los huesos del pie se clasifican en dos tipos: cortos y largos. Los huesos cortos tienen forma irregular, con hendiduras y abultamientos; dan un aspecto de robustez, siendo en el pie los que normalmente soportan en mayor proporción el peso del cuerpo. Los huesos largos, como su nombre lo indica, tienen forma alargada y sección variable, yendo del contorno redondo a uno casi plano. Se dividen en tres partes:
Base. Es el extremo más cercano al centro del cuerpo.
Cuerpo, mango o columna. Es la parte intermedia del hueso.
Cabeza. Es el extremo más retirado del centro del cuerpo.
El esqueleto de la pierna consta de dos huesos, la tibia y el peroné, que se articulan entre sí en sus extremos superior e inferior. Por el extremo superior, forman con el fémur la articulación de la rodilla. Por el extremo inferior ambos se apoyan en el hueso astrágalo del pie, que es un hueso corto, y lo flaquean con prolongaciones llamadas maléolos, de modo que impiden su deslizamiento hacia los lados, formando así la llamada mortaja del tobillo.
Esta reproducción de los 26 hueso del pie, vistos desde el empeine (A) y la planta (B)- demuestra que los siete huesos del tarso (posiciones 1-7) son los más fuerte, ya que sobre ellos descansa la mayor parte del peso corporal. En la ilustración A puede comprobarse que la longitud del pie la determina la distancia entre el extremo del talón y la punta del pie, mientras que la anchura depende de los cinco huesos, metatarsianos (8). De todos ellos, el del primer dedo es el más fuerte, el del segundo dedo es el más largo y del quinto dedo es el más corto. Los dedos II- V están formados por tres falanges y el pulgar únicamente por dos.
1-.Tuberosidad posterior del calcáneo (Tuber calconei)
2-. Calcáneo (Calconeus)
3-.Astrágalo (Talus)
4-.Cabeza del astrágalo (capuz tali)
5-. Navicular (Os naviculare)
6-. Cuneiformes (Ossa cuneiformia)
7-.Cuboides (Os cuboideum)
8-.Metatarsianos (Ossa metatarsalia)
Dedos del pie (Digiti pedis)
El pie se compone de 26 huesos, agrupados en tres grupos:
a) Tarso
b) Metatarso
c) Falanges
El conjunto de huesos del pie está arqueado en forma de bóveda, tanto en dirección longitudinal como es sentido transversal. En cada pie se tienen tres apoyos inmediatos para esta bóveda: el apoyo posterior, constituido por la tuberosidad plantar del calcáneo, el apoyo anterior interno, constituidos por la cabeza del primer metatarsiano, y el apoyo anterior externo, formado por la cabeza del quinto metatarsiano.
Los arcos que estos puntos sustentan, son el arco interno longitudinal, el externo longitudinal y el anterior metatarsal.
El arco interno longitudinal se forma por el calcáneo, el astrágalo, el escafoides, los tres cuneiformes y los tres primeros metatarsianos.
El arco longitudinal externo se forma por el calcáneo, el cuboides y los dos metatarsos externos.
El arco anterior metatarsal está constituido por las cabezas (extremos delanteros) de los metatarsianos. Cada pie soporta sólo parte de la carga del cuerpo, y la cúpula plantar de un pie se complementa con la del otro, para integrar ambos el arco transversal, formado por las bases (extremos traseros) de los metatarsianos.
Puente
El pie no apoya la planta entera en el suelo, sino que, gracias a la formación de los huesos y de los tendones y músculos que los unen, descansa sobre el doble arco, longitudinal y latitudinal. El arco longitudinal exterior une el calcáneo con el quinto dedo, mientras el arco longitudinal interior une el calcáneo con el pulgar. Finalmente, el arco latitudinal une el primer dedo con el quinto. Cuando estamos de pie o caminamos, todo el peso corporal se apoya en los tres puntos en que se cruzan los arcos del puente.
El puente se adapta a cada movimiento que se realiza. Por ejemplo, cuando siente el preso corporal, la curvatura disminuye 5mm y el pie se estira. Al desaparecer la presión del peso, el pie vuelve a adoptar su forma original. El puente funciona como amortiguador: modera las vibraciones sobre la cabeza y la espina dorsal producidos al andar, y contribuye a que nuestra marcha se desarrolle regularmente. Los dedos desempeñan un papel muy importante a la hora de ofrecen un apoyo al cuerpo. También actúan como amortiguadores y permiten que al levantar el talón, el pie se alce del suelo de modo flexible.
El puente se desarrolló durante la infancia y es el resultado de una forma de desplazarse correcta o errónea.
Para el pie, caminar descalzo es la forma más adecuada de desplazarse, puesto que la musculatura del pie se adapta correctamente a los desniveles del terreno de forma autorreguladora. El trabajo ininterrumpido de los músculos estimula continuamente la musculatura y la conserva en buena forma. Todo ello garantiza el funcionamiento perfecto del puente. Por este motivo, no conviene olvidar que un mal zapato impide que el pie realice movimientos naturales y una posición inadecuada del pie acaba por ocasionar molestias estáticas tarde o temprano.
En un arco longitudinal sano, la curvatura que forman los huesos es ideal y el peso corporal descansa sobre el talón, el metatarsiano interior y exterior, el borde exterior de la planta y los dedos.
Si las proporciones del pie difieren de la media, puede ser debido en parte a circunstancias anatómicas o bien ser un resultado de causas funcionales. Los pies de hombres con un peso corporal considerable suelen ser más anchos, y los de los hombres delgados, más estrechos. A un pie ancho suele corresponderle un empeine alto, aunque existen también pies estrechos con el empeine alto. Además las proporciones de los pies pueden cambiar con el tiempo: como consecuencia de la práctica del deporte como por ejemplo: atletismo, lucha, fútbol, tenis y otros deportes de movimiento. En general la musculatura se ensancha y el empeine se endurece.
Las disfunciones más corrientes son los distintos tipos de hundimiento pronunciado de la bóveda. En un principio provocan únicamente trastornos de la función, como por ejemplo una sobrecarga de los tendones y ligamentos, pero con el transcurso del tiempo acaban transformándose en pies planos. El calcáneo deja de ejercer la función de pilar de apoyo y la parte anterior del pie asume dicha función hundiéndose hacia la planta. Le sigue toda la estructura del puente. Los pies planos causan malformaciones adicionales: los dedos cabalgan unos sobre otros (dedos encabalgados), o las raíces de los dedos se elevan considerablemente y se doblan formando un ángulo mayor o menor (dedos en martillo), o bien los laterales se deforman (el ángulo correspondiente al dedo pulgar y el metatarso correspondiente se reduce enormemente). Otros fenómenos que normalmente acompañan a estos cambios son las durezas y los ojos de gallo.
Un zapato hecho a medida con toda precisión no puede hacer nada para cambiar este tipo de malformaciones, aunque si contribuirá a reducir o incluso a eliminar las molestias.